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martes, 19 de octubre de 2010

La "Diaconisa" de Cencreas

Hace unos días, estuve impartiendo un tema sobre “los grados del sacramento del orden. Algunos, erróneamente afirman que hay tres grados del sacerdocio, en realidad existe un único sumo y eterno sacerdote: Jesucristo; de su sacerdocio, hace partícipes a algunos hombres que ha llamado para que estuvieran con Él (Mc 3, 13-14); por lo tanto, no existen tres grados del sacerdocio, sino tres grados del sacramento del orden. En consecuencia, el Diaconado no es el primer grado del sacerdocio, sino el primer grado del sacramento del orden. El diaconado es un servicio, es un ayudante del obispo y del presbítero; de hecho, este término proviene del griego “diákonos” que significa “servidor”, el término griego denota a una persona que ejerce una función de servicio en favor de otra. En una terminología más amplia, significa “servidor de la mesa”. Según 1 Tim 3, 8-13, los diáconos son los ministros encargados en las comunidades cristianas de las obras de caridad y de la predicación, esto explica por qué en Romanos 16, 1-2 se habla de una “diaconisa”, es decir: de una “servidora”.

Otras traducciones

El término griego que usa el texto original de Rom 16,1, es “diakonon”, porque en este idioma era la única palabra para indicar este tipo de servicio, en español, sabemos distinguir entre aquella persona que sirve al obispo o al sacerdote en la misa (Diacono) y aquella persona que se encarga simplemente de servir a los demás, de servir a los enfermos o a un necesitado de algo (servidor, que no precisamente es un Diácono); antes, el mismo término era usado para ambos. Algunas traducciones de la biblia, para conservar la etimología de la palabra, traducen así: “Os recomiendo a Febe, nuestra hermana, diaconisa de la Iglesia de Cencreas (Nueva Biblia de Jerusalén), este estilo de traducción, puede traer confusión en el texto.

La versión latina de los LXX traduce: “Commendo autem vobis Phoebem serorem nostram, quae est ministra Ecclesiae quae est Cenchris (Por otra parte, recomiendo a ustedes a “Phoebem”, hermana de nosotros, que es ministra de la Iglesia que está en Cenchris), nótese que aquí se habla de “ministra”, y no de “diaconisa”.

Me parece interesante la traducción que hace la Conferencia Episcopal Italiana (CEI) en la última edición del texto bíblico: “Febe, nostra sorella, che è al servizio della Chiesa di Cencre (Febe, nuestra hermana, que está al servicio de la Iglesia de Cencreas). Nótese que no usa ni la palabra “diaconisa”, que en italiano sería “diaconessa” (en griego diakonon), tampoco se usa “ministra” como en latín, sino que usa el término actual en el verdadero significado: “que está al servicio de la Iglesia de Cencreas”. A mi modesta opinión, la traducción correcta y literal que debería darse al texto es esta: “Les recomiendo (a ustedes) a Febe, hermana nuestra, que es también servidora de la Iglesia que está en Cencreas”.
Dice el Código de Derecho Canónico: “sólo el varón bautizado recibe válidamente la sagrada ordenación” (CIC 1024). Por consiguiente, es inaceptable que una mujer pueda recibir el ministerio del Diaconado como tal. El diaconado nace por la necesidad que hay de personas que se dediquen al servicio de los pobres y de las viudas, como lo narran  los hechos de los apóstoles:

“Por aquellos días, al multiplicarse los discípulos, hubo quejas de los helenistas contra los hebreos, porque sus viudas eran desatendidas en la asistencia cotidiana. Los Doce convocaron la asamblea de los discípulos y dijeron: «No parece bien que nosotros abandonemos la Palabra de Dios por servir a las mesas. Por tanto, hermanos, buscad de entre vosotros a siete hombres, de buena fama, llenos de Espíritu y de sabiduría, y los pondremos al frente de este cargo; mientras que nosotros nos dedicaremos a la oración y al ministerio de la Palabra.» Pareció bien la propuesta a toda la asamblea y escogieron a Esteban, hombre lleno de fe y de Espíritu Santo, a Felipe, a Prócoro, a Nicanor, a Timón, a Pármenas y a Nicolás, prosélito de Antioquía; los presentaron a los apóstoles y, habiendo hecho oración, les impusieron las manos” (Hch. 6, 1-6).

En otras palabras: Pueden haber mujeres que se dediquen al cuidado de los pobres y de las viudas, pero no por eso quiere decir que les impondrán las manos para que sean “diaconisas”. Así mismo, hoy en dia existen los ministros extraordinarios de la comunión que se distinguen de los diáconos y del ministro ordinario de la Eucaristía.

Además, quiero dar espacio a otra posibilidad: Supongamos que en Cencreas (Corinto) Febe era realmente una diaconisa como los demás hombres que se dedicaban a la misma tarea; aunque así fuera, no por ello sería una excusa para que las mujeres sean admitidas a las ordenes sagradas, porque como hemos dicho antes, el diácono no es sacerdote, el diácono es un ministerio al servicio del sacerdocio, es decir: al servicio de aquellos que tienen el grado del sacerdocio (sacerdotes y obispos en general).

Por otra parte, Jesucristo instituyó el sacerdocio como sacramento, y para ello escogió a 12 hombres, los cuales constituyó apóstoles (Mc 3, 13-14) pero no es así con el diaconado, éste nace después, no directamente por Cristo, sino por medio de la Iglesia para atender mejor a los más necesitados y así cumplir con la misión dada por Él.

Por: David Arturo Pineda Escobar.

2 comentarios:

Unknown dijo...

ALGO SOBRE LA CARTA APOSTÓLICA MULIERIS DIGNITATEM DE JUAN PABLO II SOBRE LA DIGNIDAD Y LA VOCACIÓN DE LA MUJER:
La dignidad de la mujer y su vocación, objeto constante de la reflexión humana y cristiana, ha asumido en estos últimos años una importancia muy particular. Esto lo demuestran, entre otras cosas, las intervenciones del Magisterio de la Iglesia, reflejadas en varios documentos del Concilio Vaticano II, que en el Mensaje final afirma: «Llega la hora, ha llegado la hora en que la vocación de la mujer se cumple en plenitud, la hora en que la mujer adquiere en el mundo una influencia, un peso, un poder jamás alcanzados hasta ahora. Por eso, en este momento en que la humanidad conoce una mutación tan profunda, las mujeres llenas del espíritu del Evangelio pueden ayudar tanto a que la humanidad no decaiga».

David Pineda dijo...

Gracias Nidia, por recordarnos las palabras del papa en la Mulieris Dignitatem....La Mujer ha tomado un papel muy importante en la Historia de la Salvación...Bastaría mencionar a María, para darnos cuenta de ello: acaso es poca cosa ser la Madre de Cristo?.....no es acaso, el privilegio más grande?