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jueves, 12 de noviembre de 2009

«...y dejando las barcas en tierra, lo dejaron todo y lo siguieron».


Quiero detenerme subrayando este versículo 11 del quinto capítulo del evangelio según San Lucas, para un momento de reflexión y sobre todo de meditación ante Jesucristo presente entre nosotros.

San Lucas subraya tres aspectos fundamentales en la vida del discípulo: la disposición para escuchar al maestro, como lo hacían las personas a la orilla del lago, el desprendimiento y el seguir a Cristo, no me detendré en lo primero, sino en los últimos dos aspectos que encontramos al final del evangelio ya leído.
Literalmente dice San Lucas: «lo dejaron todo y lo siguieron», dos actitudes que estan intimamente ligadas la una a la otra, es decir: No basta dejarlo todo sin seguir a Cristo, ni alreves: no basta seguirlo sin dejar todo lo que nos impide estar con El, porque para esto hemos sido llamados: para estar con El. (Mc 3, 14). Son muchos los que quieren seguirlo pero sin dejar sus barcas, es decir: sin despojarse de si mismos , y de esta manera quieren llevar sonsigo la barca del odio, del rencor, del egoismo, de las malas costumbres..., en resumen, del hombre viejo. De ahí que no se puede seguir a Cristo sin negarse a sí mismo, así se lo dirá a la muchedumbre poco antes de su transfiguración: «Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz de cada día, y me siga» (Lc 9, 23).

Este «dejarlo todo» del que habla San Lucas, aunque temporalmente ocurre antes de seguir a Cristo es consecuencia de un deseo ardiente por estar con el maestro, en efecto, lo que nos caracteriza en primer plano como discípulos no es tanto la renuncia que hemos hecho, o lo material que hemos dejado, sino mas bien la adhesión a Cristo, la comunión y relación intima con El. En otras palabras, el discipulo no es alguien que ha abandonado algo, sino mas bien el que ha encontrado a alguien y que encontrandolo se dispone voluntariamente a seguirlo.

Con esto no quiero decir que la renuncia es poco importante, sino todo lo contrario, es también una de las características del discípulo, pero esta se obtiene solo si antes encontramos algo más valioso con el cual podamos sustituirlo, como lo hicieron Simón, Santiago y Juan... Solo pudieron abandonar sus barcas en tierra y dejarlo todo cuando se dieron cuenta que Jesus es mucho mas valioso que todo ello y por consecuencia que sustituia sus barcas y sus familias.

No faltan hoy en día los que quieren seguirle, pero sin dejar sus barcas...como el hombre rico que nos relatan los evangelistas en otro texto del evangelio (Mt 19, 16, Mc 10,17; Lc 18,18); quería seguir a Jesús, posiblemente, pero al darse cuenta que tenía que dejar sus bienes, se marcho muy triste y no fue capaz de seguirlo. ¿Por que no fue capaz? Porque no amaba lo suficiente a Jesucristo, su soberbia no lo dejaba amar, se creía perfecto, dice el joven: «Todo eso lo he guardado», cumplo los mandamientos, no robo, no mato, amo a mi prójimo, se creía perfecto... y esperando una respuesta que le asegurara de serlo, cuestiona de nuevo a Jesús: ¿qué más me falta? (Mt 19, 20) de ahi la respuesta que lo hace marcharse.

Todo lo contrario ocurre con Simón: «Maestro -le dice-, nos hemos fatigado trabajando toda la noche y no hemos pescado nada; pero en tu palabra (porque tu lo dices) echaré las redes» (Luca 5, 5) simplemente hizo lo que Jesús le mando que hiciera, aunque pareciera inútil tirar las redes nuevamente y ensuciarlas porque ya estaban lavándolas. Luego del milagro viene la humillación de Simón Pedro y reconoce su miseria: «Aléjate de mí, Señor, que soy un hombre pecador» (Lc 5,8). Ahora que habia reconocido su pequeñes y la grandeza del maestro, su corazon no lo deja tranquilo y esta dispuesto a dejar su barca y todo lo que le ata, para seguir tranquilamente a quien ama, a Jesucristo, al que es mas valioso que su barca.

Es evidente que Pedro no siguió el milagro de Jesús sino a la persona misma de Jesús, «escoges a Dios y no las obras de Dios» se respondió a sí mismo el cardenal Van Thuan cuando, como obispo fue encerrado en cárcel, y añade: «de verdad Señor, aquí esta mi catedral, aquí está el pueblo de Dios que tú me has dado para que me encargue de él. Devo asegurar la presencia de Dios en medio de estos hermanos desesperados, miserables. Es tu voluntad, por lo tanto, es lo que yo he escogido» (p.119).

Redactado por David Pineda

Pidámosle a Jesucristo presente ante nosotros que nos regale la gracia de poder amarle más y ser obedientes a su palabra, para que así como Pedro lo hizo, reconozcamos ante El nuestra pequeñez, dejemos en tierra lo que nos aparta de Él y así seguirlo en esta misión a la que hemos sido llamados. Que Maria nuestra madre nos acerque a su hijo e interceda por nosotros.

David A. Pineda Escobar

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