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viernes, 14 de enero de 2011

El Papa Benedicto XVI y el Mensaje para la XXVI Jornada Mundial de la Juventud (Madrid 2011)


El lema que el papa Benedicto XVI ha elegido para la XXVI JMJ (2011), está centrada en dos verbos principales que usa san Pablo en su carta a los Colosenses: Arraigar” y edificar”, como consecuencia de estos, tenemos un resultado: “la firmeza de la fe”: “Arraigados  y edificados en Cristo, firmes en la fe” (Col 2, 7).
Al inicio del mensaje a los jóvenes, el papa, hace un pequeño recordatorio de la Jornada Mundial de la Juventud de Sydney, en el 2008, en donde se mostró un espíritu de comunión fraterna entre los jóvenes que llegaron de todas partes del mundo y que no solo fue una alegría del momento, sino que ha producido frutos abundantes en toda la Iglesia. Ahora, con el encuentro en Madrid, España, también se espera que produzca los mismos frutos y aun mayores. Es el momento, dice el papa, de recuperar las raíces del Cristianismo, es lamentable que se haya perdido la costumbre que tenían los jóvenes hace más de 20 años, en donde se peregrinaba hacia Santiago de Compostela con gran devoción y entrega.
Seguidamente, el Santo Padre, expresa un deseo para este momento, dice: “quisiera que todos los jóvenes, tanto los que comparten nuestra fe en Jesucristo como los que vacilan en ella, los que dudan o no creen en Él, puedan vivir esta experiencia que puede ser decisiva para la vida: la experiencia del Señor Jesús resucitado y vivo, y de su amor por cada uno de nosotros”. Qué bonito sería si este deseo del papa se hiciera realidad, que todos los jóvenes tengamos esa experiencia de Cristo vivo y resucitado y los que ya la hemos tenido, que renovemos esta experiencia y demos frutos abundantes.
El Papa, desde su experiencia personal, recordando momentos de su juventud, le dice a los jóvenes que aquello que más ocupa la mente de los jóvenes no es la estabilidad ni la seguridad, sino más bien, un interés que va en busca de una vida más grande. Lo que se busca es algo grande y que además tenga novedad. A nadie le gusta lo viejo, lo que ya no tiene valor, sino lo nuevo, lo que vale. Este deseo, no desvanece cuando llegamos a la edad adulta, sino que permanece en la persona, por eso mismo el hombre no está tranquilo, con razón decía San Agustín: “nuestro corazón está inquieto, hasta que no descansa en Ti”. La persona, naturalmente aspira al amor, a la alegría y a la paz. No podemos prescindir de Dios, Él es la fuente de la vida, es más: Sin Dios no somos nada.
Lamentablemente, hoy en día se percibe una especie de “eclipse de Dios”, un verdadero rechazo del cristianismo y una negación del tesoro de la fe recibida”, por eso, en este mensaje a los jóvenes, nos invita a intensificar vuestro camino de fe en Dios, y tira un “piropo” a los jóvenes: “ustedes son el futuro de la sociedad y de la Iglesia”. Para poner de relieve la importancia de la fe en la vida de los creyentes, el papa se detiene en tres términos que san Pablo utiliza, los cuales los hemos mencionado al inicio de este artículo: «Arraigados y edificados en Cristo, firmes en la fe» (Col 2, 7). En el texto original, estos términos se encuentran en pasivo, esto quiere decir, que es Cristo mismo quien toma la iniciativa de arraigar, edificar y hacer firmes a los creyentes.
a). “arraigado”: evoca el árbol y las raíces que lo alimentan y le dan estabilidad. Sin las raíces, sería llevado por el viento, y moriría. Estar arraigados en Cristo significa responder concretamente a la llamada de Dios, fiándose de Él y poniendo en práctica su Palabra.
b). “edificado”: se refiere a la construcción. Nos invita a escuchar cada día la Palabra de Cristo. Solo con él podremos enfrentar la vida, los problemas, también las desilusiones y los fracasos.
c). “firmes en la fe”: Nosotros, debemos permanecer firmes en la fe, no abandonando la Iglesia ni el evangelio de Cristo. Estamos vinculados a la fe de la Iglesia. Ella la ha recibido y se encarga de propagarla a los demás para que todos se salven y lleguen al conocimiento de la verdad (1Tim 2, 4).

David Arturo Pineda Escobar