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domingo, 15 de noviembre de 2009

REFLEXIONES SOBRE LA CUESTION "NUCLEAR" DE LA CONTROVERSIA CATÒLICO-REFORMISTA

REFLEXIONES SOBRE LA CUESTION "NUCLEAR" DE LA CONTROVERSIA CATÒLICO-REFORMISTA

Eeste escrito fue usado por un simposio ecuménico entre teólogos ortodoxos y católicos cuyo objetivo era dar la información más exacta y más completa que fuera posible a los interlocutores ecuménicos sobre la doctrina de la Iglesia Católica en este punto. Esta cuestión ocupa un espacio central en la controversia con las Iglesias reformadas y en la discusión intracatólica con ella relacionada, detectando en ambos casos una ausencia de información.


Los concilios de Florencia, Trento, el Vaticano y la constitución Sacramentum ordinis de Pio XII, han hecho detalles y declaraciones sobre el tema. Estos dos últimos documentos mencionados, además de ser los mas recientes, incorporan las anteriores declaraciones.

Los temas tratados, los he puesto por separado en este "blog" para que se facilite su lectura. Busca los temas en el orden siguiente:


I. EL SACRAMENTO DEL ORDEN COMO EXPRESION SACRAMENTAL DEL PRINCIPIO DE TRADICIÒN.
II. SACRIFICIO, SACRAMENTO Y SACERDOCIO EN LA EVOLUCION DE LA IGLESIA .
III. EL SACERDOTE COMO MEDIADOR Y SERVIDOR DE CRISTO A LA LUZ DEL MENSAJE NEOTESTAMENTARIO.

A continuación presento cinco reflexiones personales:
a) Nadie puede negar que la teología católica ha insistido, insiste hoy en día y, como es su naturaleza misma de preservar lo que ha recibido de Cristo, en la identidad ininterrumpida de la tradición de los apóstoles, conservada y transmitida fielmente en la unidad de la iglesia que se expresa en el gesto eclesial de la imposición de manos. Por lo tanto, no existe una separación posible entre el aspecto material y formal, sino que su unidad interna es signo de la unidad de la iglesia misma, por ende, la imposición de manos tiene lugar en la iglesia y vive de la iglesia, de modo que sin esta, se reduce a un acto sin sentido o literalmente como dice el entonces Cardenal Ratzinger en este texto que estamos reflexionando, “se reduce a nada”, en efecto, una imposición de manos que no sea al mismo tiempo entrada en el conjunto de la vida y de la tradición de la iglesia no es una imposición de manos eclesial.
b) Es de capital importancia recordar que en la conexión de sacerdocio y sacrificio Lutero veía una negación de la gracia y un retroceso a la ley. Por otra parte, de acuerdo a lo dicho, sólo se entiende correctamente el texto tri¬dentino si se lee no como una exposición positiva total de la concep¬ción católica del sacerdocio, sino como una afirmación polémica, que se limita a formular las antítesis frente a las ideas rectoras del pen¬samiento de Lutero. Como mejor se comprende la inserción del texto en el conjunto de la tradición y la inexorable lógica interna es leyendo en cierto modo como del revés, es decir, teniendo en cuenta cómo concibe las consecuencias de la negación de la sacramentalidad del orden propugnado por Lutero. Entonces se advierte bien por qué, en definitiva, el concilio no podía contentarse con negar aquellas con¬secuencias, sino que creyó necesario atacar su punto de partida, de¬fender la sacramentalidad y, junto con ella, también la especial misión eucarística del ministerio de los presbíteros. En realidad, éste es el presupuesto lógico para rechazar la exclusiva teología de la palabra de Lutero, tal como la expresa el concilio.
c) Por suerte, el Vaticano II acertó a superar el estadio de la po¬lémica y supo perfilar en términos positivos la totalidad de la tradi¬ción eclesial, dando también cabida en ella a las orientaciones de la Reforma. Sus puntos débiles parecen encontrarse por ahora, en el lado opuesto a los del Tridentino: Dado que se renunciaba totalmente al enfrentamiento y más pretendía ofrecer un tratado teológico que una formulación autoritaria de la tradición, les parecía a muchos que el concilio penetraba en el ámbito de los tratados doctrinales que rá-pidamente se suceden y se superan unos a otros y que sólo pueden ser medidos por la exactitud de sus fundamentos exegéticos. Todo el conjunto alude, en definitiva, al problema de la potestad doctrinal en la Iglesia, a la forma de la tradición en la Iglesia misma.
d) El concilio Tridentino no desarrolló una controversia global sobre todos los aspectos del problema, acentuada además por el hecho de que los decretos de reforma, con su amplio arco teológico, cayeron en la teología de la escuela en un olvido profundo, por consiguiente, las afirmaciones tridentinas parecían demasiado positivistas y eclesiales.
e) Respecto a la forma básica de la antigua Iglesia como norma permanente, el Cardenal Joseph Ratzinger y por supuesto la antigua Iglesia, se caracteriza por ser "ecclesia in ecclesiis": La única Iglesia existe en muchas Iglesias (locales) y estas numerosas Iglesias existen en la única Iglesia.


David A. Pineda Escobar

EL SACERDOTE COMO MEDIADOR Y SERVIDOR DE CRISTO A LA LUZ DEL MENSAJE NEOTESTAMENTARIO


A partir de aquí, puede afirmarse, que los nue¬vos argumentos sólo pueden surgir de nuevas experiencias vividas y sufridas, que deben servir para confirmar o para refutar las concep¬ciones teóricas. En los últimos años hemos podido coleccionar al¬gunas experiencias sobre cosas de las que ciertamente no se puede vivir, pero lo positivo, lo que posibilita y llena la vida, necesita más tiempo para crear formas convincentes de nueva raíz.

1. El concepto de mediador en el Nuevo Testamento

La palabra «mediador» aparece tan sólo en seis ocasiones en todo el Nuevo Testamento. Nuestra primera afirmación debe ser, pues, que el concepto de mediador es un tanto marginal en los escritos neo-testamentarios y que nunca llegó a ser un concepto central de su in¬terpretación de la realidad cristiana. Nunca fue, tampoco, un título específico de Cristo, ni entró en el lenguaje de las confesiones. Allí donde se recurre a él, se inserta en el ámbito de la reflexión teológica, que intenta hacer accesibles y comprensibles al entendimiento las afir¬maciones nucleares de la fe. Debe decirse, en consecuencia, que en el Nuevo Testamento es un concepto de segundo orden. No forma parte del depósito central de la tradición, sino que es ya interpreta¬ción, aunque ciertamente incorporada a la misma tradición bíblica.

Primero analicemos el texto de la carta a los Gálatas. En el con¬texto de un diálogo polémico con una comunidad que tiene tenden¬cias judaizantes, Pablo intenta explicar el aspecto supletorio y me-ramente provisional de la ley, en contraposición a la promesa hecha a Abraham, que se ha cumplido en Cristo y, por ende, ha abolido la ley. Para el apóstol, el valor secundario de la ley se echa de ver en que fue promulgada por ángeles, «con la intervención de un media¬dor. Ahora bien, cuando hay uno solo, no hay mediador, y Dios es uno solo» (Gál3, 19s).

El hecho de que la ley necesitara de un mediador es, pues, ex¬presión de su insuficiencia. En la nueva alianza actúa Dios solo: él cumple la promesa y, por tanto, no hay lugar para un mediador. Para Pablo, en este texto la mediación es incluso un quedar excluido de la meta, de Dios y de su poder redentor. Asoma aquí el recuerdo del Proceso de Kafka, en el que al acusado se le van recomendando una fila interminable de nuevos intermediarios, de modo que, en cada nuevo lance, experimenta, con creciente desesperación, cuan lejanos e inaccesibles están los auténticos mandatarios, aquel poder inaccesible que se halla al fondo, que nunca nadie puede alcanzar porque sólo puede contactarse a través de intermediarios. Frente a esto, Cristo es para Pablo el acontecimiento de la inmediatez de Dios, el contacto directo, ya restablecido, con Dios y, por ende, el final de aquella mediación aparentemente benéfica pero que en realidad siem¬pre alejaba de la meta. Cristo no es mediador, sino inmediatez, la presencia de la acción misma de Dios que, a través de él, hijo único de Abraham, cumple en nosotros la promesa para que seamos «uno» con él (Gal 3,28). Así, de un lado está el único Dios y del otro, el Cristo único, con el que nosotros somos también uno. Todo lo que se interpone queda eliminado.

La carta a los Efesios reasume estas ideas, pero entre los dones pneumáticos que le advienen a la Iglesia en virtud de la exaltación del Señor menciona sólo de forma expresa los servicios ministeriales: apóstoles, profetas, evangelizadores, pastores y maestros. Esta afirmación no se aleja, en sus términos esenciales, de la doctrina de las grandes cartas, pero ahora ya no se describe la multiplicidad del cuerpo de Cristo llevada a cabo por el Espíritu, sino más bien los dos.

David A. Pineda Escobar



SACRIFICIO, SACRAMENTO Y SACERDOCIO EN LA EVOLUCION DE LA IGLESIA

1. Planteamiento del problema
Existe hoy en día, un esquema tan simple y luminoso en respuesta a la pregunta sobre la evolución de las relaciones entre sacrificio, sacramento y sacerdocio que se ha impuesto en la conciencia pública casi sin oposición. Según este esquema, el Nuevo Testamento signi¬ficó el fin de los tabúes sacros y, con ello, el fin también del sacer¬docio sacrificante y del sacrificio mismo, pero la libertad así conse¬guida no pudo mantenerse por mucho tiempo. Ya en el cuerpo mismo del Nuevo Testamento pueden percibirse ciertos intentos de desacralización.
Quien siga la evolución de las relaciones entre sacrificio, sacer¬docio y sacramento a lo largo de la historia de los dogmas, se enfrentará con un entramado de extraordinaria complejidad, que no puede ser objetivamente expuesto en un solo artículo, ni siquiera resumido en sus grandes líneas generales.
2. La forma básica de la antigua Iglesia como norma permanente
Haciendo diferencia entre la única iglesia y las demás iglesias, cabe mencionar que la antigua Iglesia, se caracteriza, por ser ecclesia in ecclesiis, es decir, la única Iglesia existe en muchas Iglesias (locales) y estas numerosas Iglesias existen en la única Iglesia -punto en el que el plural utilizado por la Iglesia antigua para referirse a las Iglesias locales no debe confundirse con el plural de las Iglesias confesionales de nuestro tiempo- . Este peculiar entrecruzamiento de singular y plural se apoya, a su vez, en el hecho de que todavía se seguía conservando el sentido original de la palabra ecclesia: «asamblea», «reunión». Por consiguiente, el auténtico lugar existencial de la Iglesia no es una bu-rocracia, ni la actividad de un grupo que se declare a sí mismo «base», sino la «asamblea». Esta es Iglesia en activo y a partir de ella se explica la singular mezcla de unidad y multiplicidad, porque su contenido es la palabra de Dios, concretamente, la palabra hecha carne que, a partir de la palabra de la fe, se encarna una y otra vez.
En consecuencia, toda asamblea es totalmente Iglesia puesto que el cuerpo del Señor sólo existe entero, al igual que la pa¬labra de Dios. Pero también se sigue que cada asamblea o comunidad concreta, sólo es Iglesia en cuanto que se inserta en el todo, en la unidad con las restantes. En efecto, el cuerpo del Señor, que está entero en cada comunidad, es uno y el mismo en toda la Iglesia. Y lo mismo debe decirse de la palabra de Dios: sólo se la puede tener en cuanto que se la tiene con los otros.
En resumen, podemos decir que el punto de construcción de la más antigua eclesiología es la asamblea eucarística: la Iglesia es comunión (communio). A partir de aquí se da no sólo una estructura totalmente específica de la coexistencia de unidad y diversidad, sino también la unidad de Cristo y de la Iglesia, la imposibilidad de separar a la Iglesia visible de la espiritual, a la Iglesia como organización de la Iglesia como mis¬terio. La communio concreta es la Iglesia, la Iglesia es Iglesia en el culto, y este culto se llama ágape, eirene, koinonia, con lo que implica, el concepto de una responsabilidad humana global. Este culto nunca está cerrado ni puede estarlo. El todo significa una con¬cepción eucarística del ministerio: si la Iglesia es eucaristía, entonces el ministerio de la presidencia de la Iglesia es esencialmente respon¬sabilidad por la asamblea que se identifica con la Iglesia.
3. La evolución medieval
El proceso más decisivo en la evolución del occidente latino fue, el creciente distanciamiento entre sacramento y jurisdicción, entre liturgia y dirección concreta. Confluyeron y actuaron aquí múltiples factores. La forma paleoeclesial de «Iglesias» había sido posible gracias a la estructura urbana de la sociedad antigua. Ahora, en el ordenamiento esencialmente agrario de los nuevos pueblos, no podía prosperar a la manera antigua, con ello, se modificaba también la función del obispo y la de su presbiterio. A esto se añadían las diferentes formas en que ahora se presentaba la yuxtaposición de estructura misional y estructura de las Iglesias locales.
La Iglesia monacal irlandesa no conocía el orden epis¬copal, por lo que la potestad de consagración en las solemnidades sacramentales y la potestad de dirección marchan por caminos separados. En esta misma dirección señalaban las iglesias de propiedad privada, que eran una derivación del espacio jurídico germano (el sacerdote pasa a ser un funcionario del culto, dentro del conjunto administrativo de un señor feudal). El obispo, en cuanto funcionario imperial, sólo está orientado hacia la asamblea eclesial de manera secundaria hasta el punto de que, cuando lo juzga oportuno, delega en otros algunas funciones concretas. En semejante contexto, se va desarrollando con celeridad, hasta la baja edad media e incluso hasta el barroco, la se¬paración entre prebendas y servicio espiritual. La más amenazadora cristalización de este proceso se da en la separación entre sacramento y derecho, entre función sacramental y potestad de dirección. El ministerio, como figura jurídica, a la que se vinculaban unos determi¬nados productos, rentas o posesiones, compete a algún gran señor que, en muchos casos ni siquiera ha recibido las sagradas órdenes y que hace desempeñar los actos culticos a un sacerdote mal pagado que no tiene ninguna responsabilidad de dirección ni puede sentirse mínimamente responsable, de acuerdo a su condición; no está capacitado para la predicación y con frecuencia se limita a la simple repetición del rito, que pierde así, en la práctica, su verdadero sentido.
En el plano teológico, la consecuencia más trascendental de esta separación entre sacramento y jurisdicción fue, el ais¬lamiento del concepto de sacramento que de aquí se derivaba, de modo que ya no puede percibirse la identidad esencial de la Iglesia y asamblea litúr¬gica, de Iglesia y communio. Ahora la Iglesia es, por un lado, aparato jurídico, conjunto de derecho, órdenes y pretensiones que son las características básicas de cualquier sociedad. Tenía la pe¬culiaridad de que en ella se daban acciones rituales: los sacramentos. La eucaristía es uno de ellos, una acción litúrgica junto a otras, pero no ya el lugar general y el medio dinámico de la existencia eclesial.
La legítima concentración eucarística del ministerio obtiene así un sentido totalmente modificado, es decir, la consagración sacerdotal, que tam¬bién ha sido desplazada, en cuanto sacramento aislado, del gran con¬texto de la asamblea eclesial, se hace necesaria para poder cumplir los ritos sacramentales prescritos en la Iglesia, Por otra parte, el movimiento de la edad media no se redujo sólo a esto. Ante todo, es preciso declarar que la separación entre sacramento y derecho, por funestas que fueran sus consecuencias, que entre otras cosas, respondía a una necesidad básica.
Cabe mencionar que la reforma gregoriana se interesaba por restablecer la unidad de sa¬cramento y dirección. Otro gran movimiento reformista me¬dieval promovido por las órdenes mendicantes, luchaba por la uni¬dad de sacramento y palabra, de culto y predicación. Su esfuerzo se concentraba, además, en la emancipación de la Iglesia frente a las es¬tructuras feudales, en la libertad del evangelio frente a las condiciones materiales del orden medieval.
4. La protesta de Lutero
Para entender la protesta de Lutero, es necesario ir más allá de lo hasta ahora dicho y seguir la pista de un nuevo hilo de madeja de la evo¬lución. Este hilo se remonta hasta las reflexiones de san Agustín, cuya fuerza explosiva, hasta entonces olvidada, cobra ahora toda su efi¬cacia.
En su patria africana, san Agustín vivió la experiencia de una es¬cisión de la Iglesia sin parangón en las restantes Iglesias antiguas. En cada ciudad se alzaba altar contra altar, Iglesia episcopal contra Iglesia episcopal. El país estaba por doquier mezclado y dividido entre donatistas y católicos. Los movimientos de con¬versión fluctuaban de una a otra Iglesia, con demasiada frecuencia por motivos superficiales. Todo ello hizo que la comunidad eclesial vi¬sible pareciera sumamente problemática, desde este telón de fondo se comprende bien que san Agustín no pudiera identificar a la Iglesia auténtica con las personas que se reunían aquí y ahora para celebrar la eucaristía, porque podía muy bien ocurrir que mañana estos mismos hombres pasaran a for¬mar parte de otra asamblea distinta. La genuina Iglesia estaba cons¬tituida, según él, por aquellos que se reunirían para siempre y defi-nitivamente, bajo la llamada de Dios, es decir, por el número de los predestinados. Quien ahora estaba dentro, podía quedar definitivamente fuera, y a la inversa. No olvidemos que la mirada de Lutero se dirigía también a la Iglesia griega, que siempre había sido Iglesia, pero sin estar sujeta al papa. De aquí se concluía que lo que importaba no era la communio concreta, sino la comunidad que estaba al fondo de los factores institucionales.
Ahora, intentemos conseguir un diagnóstico algo más exacto de lo que aquí ha acontecido. No se puede rehuir la conclusión de que la eucaristía ha sido reducida a lo único que, según Lutero, constituye el núcleo y el contenido de la fe cristiana: comunicación fiable, pero no compartible, de un perdón de los pecados firme y seguro a la con¬ciencia atormentada de cada individuo.
Es interesante advertir que la crítica de Lutero no se refería en primer término a la idea de sacrificio y a la vinculación del sacerdocio a la misa, del sacerdotium y sacrificium. Aquí no se habla directamente de estos temas, de donde puede muy bien dedu¬cirse que esta vinculación no era ni tan exclusiva como hoy la pen¬samos, ni tan acentuada como nos la imaginamos. Lutero afirma, más bien, que el trabajo principal de los sacerdotes actuales es «leer las horas canónicas»; por consiguiente, deberían buscar su institución no en las palabras de la cena, sino más bien en aquel pasaje en que Cristo prescribe que se debe orar continuamente.
No se ha advertido que el carácter pneu¬mático de la Iglesia, se expresa en el carácter pneumático de sus servicios, por consiguiente, se niega todo el con¬texto de la communio, de la que lo único que ahora queda son los «predicadores».
5. La respuesta de Trento
El concilio de Trento, en su “Doctrina sobre el sacramento del orden” se limita a rechazar las afirmaciones más importantes de La cautividad babilónica de Lutero. Frente a la tesis de que el sacerdocio es sólo un ministerio de predicación, se establece que al sacerdocio le compete una potestad específicamente sacramen¬tal, a saber, la de consagrar, ofrecer el cuerpo y sangre del Señor y perdonar los pecados. A la concepción funcional luterana del minis¬terio se contrapone la concepción sacramental. Según esto, se afirma que la ordenación depende de criterios sacramentales, no políticos. Ésta misma estructura siguen las sentencias restantes, pero la Doctrina tiene todavía otro contexto, que es seguramente, el más importante, a pesar de que prácticamente en ninguna parte haya sido mencionado ni tenido en cuenta: la Doctrina se ins¬cribe dentro de los Decreta super reformatione.
En el canon 14, se establece que sólo puede ser admitido al ministerio sacerdotal aquel que se haya acreditado al menos durante un año de diaconado y haya demostrado ser capaz de enseñar al pueblo y administrar los sacra¬mentos y del que pueda esperarse que su mismo género de vida sea ejemplo e instrucción.
En el canon 16 se prescribe una especie de ordenación relativa. Nadie debe ser ordenado, sino aquel que a juicio del obispo sea de utilidad o necesidad para su Iglesia particular.
El canon 1 alude a la gran responsabilidad del pastor de almas, derivada del hecho de que el Señor Jesucristo le exigirá cuentas por las ovejas que le ha confiado y que le reclamará la «sangre» de aquellas que se hayan perdido por culpa del pastor.
El canon 2 pide que se celebren sínodos a intervalos regulares. El canon 3 regula las visitas y declara a este propósito: “Los objetivos principales de todas las visitas han de ser llevar la doctrina sana y verdadera... proteger las buenas costumbres, ganarse al pueblo para la religión, la paz y la pureza.
El último gran eco de la reforma borronea fue (en nuestro siglo), la figura de Juan XXIII, para quien la edición de las actas de las visitas del gran obispo fue una herencia vital, en la que veía reflejada su propia voluntad. Lo que el pontífice se proponía, al convocar el Concilio, no era otra cosa sino renovar justamente aquel impulso de reforma que había tomado en Carlos Borromeo y en el que las pa¬labras del concilio Tridentino se convertían en hechos.

David A. Pineda Escobar



jueves, 12 de noviembre de 2009

"YO SOY LA PUERTA". Comentario a Jn 10, 1-18


1. Breve introducción

El presente escrito, más que un comentario, sería mejor llamarlo reflexiones sobre el evangelio de Juan (cap.10, 1-10), debido a que no me detengo a profundizar exegéticamente el texto juaneo, sino más bien, nos quedamos en el plano reflexivo de los mismos.

Como fuente principal, hemos usado un artículo escrito en forma de exegesis por el padre Ignace de la Potterie, uno de los más grandes exegetas de nuestro tiempo, sacerdote Jesuita, doctor en exegesis bíblica del Pontificio Instituto Bíblico de Roma. Fue profesor de Sagrada Escritura en Lovaina y desde 1959 en el instituto bíblico. Fue miembro de la Pontificia Comisión Bíblica y consultor de la Congregación para la Doctrina de la Fe.

Otro texto del cual hemos tomado contenido exegético, es el libro: Vangeli e lettere di Giovanni, (MATEO) de Rinaldo Fabris, que hace un análisis exegético a los evangelios, .

Habiendo ya visto un poco sobre los autores principales que hemos usado para realizar este efímero trabajo, nos damos cuenta que estamos hablando de personas con experiencia y madurés teológica, esto nos da más seguridad al pensar que su contenido no está adulterado de falsas doctrinas o de errores teológicos. Aunque los dos textos expresen dos puntos de vista diversos u opiniones distintas acerca de los textos escriturísticos, ambos expresan la unidad de la fe católica dando a conocer un único mensaje juaneo: Jesucristo es el buen pastor y la puerta de las ovejas. Cabe notar, que cuando hablamos de dos puntos de vista diversos, no nos referimos a dos modos de interpretar el evangelio, sino a dos metodologías distintas.

Según he podido notar, el análisis exegético del Jesuita Ignace de la Potterie, se centra sobre todo en el contexto histórico de Cristo, su interpretación juanea la busca en torno al contexto mismo del dialogo de Jesús con los judíos. Rinaldo Fabris, por otra parte, sin dejar a un lado el contexto histórico da una visión Cristológica y Soteriológica.

2. Jesucristo se presenta como “la puerta”

“Yo soy la puerta de las ovejas” (Jn 10, 7), este es el titulo dado por Ignace de la Potterie, un sacerdote Jesuita, a un comentario que hace al evangelio de San Juan (Cap.10, 1-18), resaltando con grande importancia, la imagen de Cristo como buen pastor, reconociendo a la vez, que la Iglesia le ha dado grande importancia, sobre todo en el tiempo pascual. Pero surge espontáneamente preguntarnos: ¿por qué en el tiempo pascual? ¿Habría otro tiempo litúrgico en el cual se pudiera insertar esta figura de Cristo? Seguramente encontraríamos algún momento en el cual podríamos insertarlo, pero quizá le tendríamos que dar otra perspectiva a este pasaje de San Juan y no es este nuestro objetivo. Sin embargo, la idea fundamental por la que se da una gran relevancia en el tiempo pascual, es porque tiene un sentido soteriológico, es decir, presenta a Jesús como el Salvador de las ovejas, porque en definitiva es esta la tarea de un “buen pastor” como lo presenta San Juan, Salvar su rebaño (10, 9).

Por otra parte en el libro “Vangelo e lettere di Giovanni”, Fabris R. comentando los mismos versículos, añade que no se debe perder de vista el significado que Jesús quería darle con sus típicas parábolas simbólicas, el autor nos pone en contexto diciendo que las dos escenas iniciales: aquella del ingreso por la puerta y de la salida (vv.1-3), se inspira en la vida pastoral. La primera es por la que entra el “buen pastor” en el redil, al cual el portero le abre la puerta, las ovejas escuchan su voz y llamando una por una, las conduce hacia fuera (v.3). El ladrón, en cambio, no busca entrar legítimamente por la puerta, porque sin hacer un gran razonamiento, nos damos cuenta que el portero no lo dejará entrar, además, las ovejas no reconocerían su voz y en consecuencia, no lo seguirían.


3. ¿Dos tipos de pastores? “Yo soy el buen pastor” (v.11a)

Es clara la distinción que Jesús quiere hacer al dar a conocer esta parábola: dos tipos de “pastores”. Si nos ubicamos en el contexto del relato, nos damos cuenta que antes de este hecho, Jesús había tenido una disputa sobre la ceguedad de los judíos (Jn 9, 40). En este contexto, los fariseos critican a Jesús acusándolo de impostor y portador de demonios (Jn 10, 20). Ante estas acusaciones en cuando Jesús inicia con esta parábola, haciendo notar que Él no es un extraño, no es un impostor, no es un ladrón ni mucho menos un salteador (v.1), más bien, es el buen pastor que da su vida por las ovejas (v.11). Entonces, como nos muestra el texto, podemos afirmar con seguridad que Cristo es la puerta y al mismo tiempo el pastor bueno que entra por la puerta, encontramos un rico contenido en este pasaje evangélico; me refiero al sentido que, Jesús por ser el Hijo de Dios, puede entrar al redil por la puerta que es Él mismo, es decir, tiene la autoridad de entrar por sí mismo -porque es Él la puerta- mientras que los demás, al querer entrar legítimamente al redil, deben hacerlo solo pasando por Él; esto es lo que expresa explícitamente San Juan en su evangelio: dice Jesús: “yo soy la puerta, si uno entra por mí, estará a salvo; entrará y saldrá y encontrará pasto” (v.9).

4. “Las llama una por una y las saca fuera” (v.3)

La característica principal para reconocer el verdadero pastor, es que las llama “una por una”, es en este momento donde cada una al sentirse llamada, reconoce inconfundiblemente la voz de su amo, en este caso: Jesús el pastor bueno.

Por otra parte, tenemos otra expresión del evangelista en su relato: “y las conduce fuera”. ¿Qué sentido le damos a esta figura?

La exégesis del Jesuita de la Potterie, dice claramente que se está hablando de la liberación de la esclavitud (del pecado). Haciendo una analogía de cuando Dios hizo salir al pueblo de Israel, dice el comentarista que hoy Jesús es quien indica al nuevo pueblo de Dios el camino para salir del redil, atravesar la puerta, y seguir al pastor de su rebaño, solamente así encontrarán la Salvación.

Es necesario -dice el biblista Potterie- relacionar el texto anterior al capítulo nueve, para entender el sentido propio del capítulo diez, es decir, al encuentro de Jesús con el ciego de nacimiento, al cual Jesús le recupera la vista: Al inicio, Jesús era un desconocido para este hombre, ni mucho menos lo podía ver, pero luego del encuentro con el maestro, va descubriendo quien es realmente Jesucristo, tanto así que termina atribuyéndole los títulos de Profeta (Jn 9, 17), enviado de Dios (Jn 9, 33) e Hijo del Hombre (Jn 9,35-37), volviéndose creyente.

Cabe cuestionarnos: ¿a qué se refiere Jesús cuando dice que las conduce “fuera”? Si nos centramos en la exegesis que hace el padre Ignace de la Potterie, seguramente ya habremos respondido a esta interrogante, debido a que el autor nunca se sale del contexto judaico de la fiesta de la Dedicación, como haremos notar más adelante. Los judíos contradicen a Jesús, esto es más notorio en los versículos anteriores (9,40) donde algunos fariseos que estaban escuchándolo le dijeron “¿es que también nosotros somos ciegos?”

¿Es acaso a estos fariseos a los cuales se refiere Jesús al aludir a los falsos pastores? De esto no estamos seguros, porque el sentido de la parábola no es efímero, sino con un amplio significado que Potterie no especifica en su comentario; pero si habla de una ruptura entre la Iglesia y la sinagoga a causa de la discriminación del ciego en el momento que echan fuera después del milagro (Jn 9,34). A consecuencia de lo anterior y en el mismo concepto judaico, nos es más lógico pensar que el redil es el pueblo judío o el templo de estos, porque es ahí donde se reúne el pueblo de Israel (las ovejas) y que Jesucristo es quien entra lícitamente por la puerta y las conduce fuera, es decir, hacia el nuevo pueblo de Dios que es la iglesia, es ahí donde encontrarán “pasto” suficiente y en donde encuentran la salvación por medio de Cristo, ahí se encuentran las ovejas que han reconocido la voz del pastor y lo han seguido. Este razonamiento, nos hace pensar que de ahora en adelante, Jesús está inaugurando un nuevo templo (o redil) para las ovejas, que tiene su fundamento en Él, porque Él es el templo vivo, la regla máxima de la ley. En resumen, es el buen pastor que viene a “sacar las ovejas del antiguo redil (las conduce fuera), para hacerlas entrar por medio de sí mismo (la puerta) al plan salvífico de Dios por medio de su pasión, he aquí el por qué dirá más adelante: el buen pastor da su vida por las ovejas, tema que desarrollaré al final de estas reflexiones (numeral 6).


5. “Pero no seguirán a un extraño, sino que huirán de él” (v.5)

Es interesante como al ubicar este versículo en el contexto del relato, es decir, el conflicto de los judíos con Jesús como hemos expresado anteriormente. El mismo evangelista nos pone en contexto más adelante en los versículos sucesivos a esta parábola, me refiero a la fiesta de la Dedicación, en donde Jesús mismo identifica las ovejas que no conocen su voz, con los judíos; pero según Fabris R., el desarrollo de la parábola no envuelve una relación que ilustre la relación de Jesús y sus oyentes judíos, sin embargo, el grande biblista jesuita Ignace de la Potterie, aunque no lo dice explícitamente, parece dar a entender que si hay una pequeña intención de parte de Jesús de identificarlos, ya que reconoce una continuidad entre este relato del buen pastor y el de la fiesta de la Dedicación que el evangelista narra seguidamente del texto que estamos analizando. La hipótesis del autor se basa en que el evangelista así pudo haber dado a conocer un único texto. Literalmente dice Potterie: “la parte restante del c.10 (los vv.22-42), se colocan en otro contexto (pero que tienen continuidad), el de la fiesta de la Dedicación, tres meses después. Pero la brevedad misma de estas perícopas, invita a pensar que, para San Juan, ella constituye un todo único con la sección de los Tabernáculos (una fiesta judaica): tanto en un caso como en el otro, Jesús se encuentra en el templo para hacerse conocer por los judíos, en el cuadro de una gran solemnidad judaica; y sobre todo, estos veinte versículos (vv.22-42), no hacen más que retomar y desarrollar los temas de los cuales estaba tratando al inicio del cap. 9. El conjunto de la sección 7,1-10,42 constituye, por lo tanto, una grande unidad literaria, centrada en el templo”.

Encontramos, por lo tanto, en Ignace de la Potterie, un espeso significado teológico en el cual todo viene visto entorno al templo, por lo que la palabra metafórica redil, viene a indicar la parte de enfrente del tabernáculo o el templo en el cual se reúne el pueblo de Dios, es decir el pueblo de Israel, de ahí que el autor opte por la interpretación antiguo-testamentaria de las “ovejas” para designare el pueblo de Israel (Ez 34,31; Jer 23,1; Sal 94 (95),7).


6. “el buen pastor da su vida por las ovejas” (v.11b)


Esta es otra característica de las que Jesús hace notar a los que están escuchando su parábola, y retoma nuevamente la imagen que da al inicio de ella y que recorre en todo el texto del cap. 10 de San Juan: el buen pastor. El ladrón no viene más que a robar, a matar y a destruir –dice-, pero yo he venido para que tengan vida… Vemos como contrapone la mentalidad de los que lo acusan: Él no viene a robar, sino a regalar, a donarse a sí mismo; no viene para matar, sino para dar vida; no viene para destruir, sino para construir un reino de paz, de tranquilidad.

San Juan en su evangelio, tiene una característica muy particular: la perspectiva dominante de su discurso pastoral, es la Cristológica que se prolonga y actúa en el rol salvífico de Jesús, el pastor que da la vida voluntariamente (vv.17-18). Ciertamente esta perspectiva solo la entenderemos al reconocer una estrecha relación de Jesús con el Padre, de modo que tiene el poder para darla y recobrarla nuevamente (v.18).

David A. Pineda Escobar

LA CUESTION NUCLEAR DE LA CONTROVERSIA CATÒLICO-REFORMISTA: TRADICIÒN Y SUCESIÒN APOSTÒLICA


Eeste escrito fue usado por un simposio ecuménico entre teólogos ortodoxos y católicos cuyo objetivo era dar la información más exacta y más completa que fuera posible a los interlocutores ecuménicos sobre la doctrina de la Iglesia Católica en este punto. Esta cuestión ocupa un espacio central en la controversia con las Iglesias reformadas y en la discusión intracatólica con ella relacionada, detectando en ambos casos una ausencia de información.
Los concilios de Florencia, Trento, el Vaticano y la constitución Sacramentum ordinis de Pio XII, han hecho detalles y declaraciones sobre el tema. Estos dos últimos documentos mencionados, además de ser los mas recientes, incorporan las anteriores declaraciones.

Los temas tratados, los he puesto por separado en este "blog" para que se facilite su lectura. Busca los temas en el orden siguiente:

I. EL SACRAMENTO DEL ORDEN COMO EXPRESION SACRAMENTAL DEL PRINCIPIO DE TRADICIÒN.

II. SACRIFICIO, SACRAMENTO Y SACERDOCIO EN LA EVOLUCION DE LA IGLESIA .

III. EL SACERDOTE COMO MEDIADOR Y SERVIDOR DE CRISTO A LA LUZ DEL MENSAJE NEOTESTAMENTARIO.

IV. REFLEXIONES FINALES SOBRE EL TEMA.

Este ultimo tema (numero IV) son reflexiones personales del tema.

David A. Pineda Escobar



«...y dejando las barcas en tierra, lo dejaron todo y lo siguieron».


Quiero detenerme subrayando este versículo 11 del quinto capítulo del evangelio según San Lucas, para un momento de reflexión y sobre todo de meditación ante Jesucristo presente entre nosotros.

San Lucas subraya tres aspectos fundamentales en la vida del discípulo: la disposición para escuchar al maestro, como lo hacían las personas a la orilla del lago, el desprendimiento y el seguir a Cristo, no me detendré en lo primero, sino en los últimos dos aspectos que encontramos al final del evangelio ya leído.
Literalmente dice San Lucas: «lo dejaron todo y lo siguieron», dos actitudes que estan intimamente ligadas la una a la otra, es decir: No basta dejarlo todo sin seguir a Cristo, ni alreves: no basta seguirlo sin dejar todo lo que nos impide estar con El, porque para esto hemos sido llamados: para estar con El. (Mc 3, 14). Son muchos los que quieren seguirlo pero sin dejar sus barcas, es decir: sin despojarse de si mismos , y de esta manera quieren llevar sonsigo la barca del odio, del rencor, del egoismo, de las malas costumbres..., en resumen, del hombre viejo. De ahí que no se puede seguir a Cristo sin negarse a sí mismo, así se lo dirá a la muchedumbre poco antes de su transfiguración: «Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz de cada día, y me siga» (Lc 9, 23).

Este «dejarlo todo» del que habla San Lucas, aunque temporalmente ocurre antes de seguir a Cristo es consecuencia de un deseo ardiente por estar con el maestro, en efecto, lo que nos caracteriza en primer plano como discípulos no es tanto la renuncia que hemos hecho, o lo material que hemos dejado, sino mas bien la adhesión a Cristo, la comunión y relación intima con El. En otras palabras, el discipulo no es alguien que ha abandonado algo, sino mas bien el que ha encontrado a alguien y que encontrandolo se dispone voluntariamente a seguirlo.

Con esto no quiero decir que la renuncia es poco importante, sino todo lo contrario, es también una de las características del discípulo, pero esta se obtiene solo si antes encontramos algo más valioso con el cual podamos sustituirlo, como lo hicieron Simón, Santiago y Juan... Solo pudieron abandonar sus barcas en tierra y dejarlo todo cuando se dieron cuenta que Jesus es mucho mas valioso que todo ello y por consecuencia que sustituia sus barcas y sus familias.

No faltan hoy en día los que quieren seguirle, pero sin dejar sus barcas...como el hombre rico que nos relatan los evangelistas en otro texto del evangelio (Mt 19, 16, Mc 10,17; Lc 18,18); quería seguir a Jesús, posiblemente, pero al darse cuenta que tenía que dejar sus bienes, se marcho muy triste y no fue capaz de seguirlo. ¿Por que no fue capaz? Porque no amaba lo suficiente a Jesucristo, su soberbia no lo dejaba amar, se creía perfecto, dice el joven: «Todo eso lo he guardado», cumplo los mandamientos, no robo, no mato, amo a mi prójimo, se creía perfecto... y esperando una respuesta que le asegurara de serlo, cuestiona de nuevo a Jesús: ¿qué más me falta? (Mt 19, 20) de ahi la respuesta que lo hace marcharse.

Todo lo contrario ocurre con Simón: «Maestro -le dice-, nos hemos fatigado trabajando toda la noche y no hemos pescado nada; pero en tu palabra (porque tu lo dices) echaré las redes» (Luca 5, 5) simplemente hizo lo que Jesús le mando que hiciera, aunque pareciera inútil tirar las redes nuevamente y ensuciarlas porque ya estaban lavándolas. Luego del milagro viene la humillación de Simón Pedro y reconoce su miseria: «Aléjate de mí, Señor, que soy un hombre pecador» (Lc 5,8). Ahora que habia reconocido su pequeñes y la grandeza del maestro, su corazon no lo deja tranquilo y esta dispuesto a dejar su barca y todo lo que le ata, para seguir tranquilamente a quien ama, a Jesucristo, al que es mas valioso que su barca.

Es evidente que Pedro no siguió el milagro de Jesús sino a la persona misma de Jesús, «escoges a Dios y no las obras de Dios» se respondió a sí mismo el cardenal Van Thuan cuando, como obispo fue encerrado en cárcel, y añade: «de verdad Señor, aquí esta mi catedral, aquí está el pueblo de Dios que tú me has dado para que me encargue de él. Devo asegurar la presencia de Dios en medio de estos hermanos desesperados, miserables. Es tu voluntad, por lo tanto, es lo que yo he escogido» (p.119).

Redactado por David Pineda

Pidámosle a Jesucristo presente ante nosotros que nos regale la gracia de poder amarle más y ser obedientes a su palabra, para que así como Pedro lo hizo, reconozcamos ante El nuestra pequeñez, dejemos en tierra lo que nos aparta de Él y así seguirlo en esta misión a la que hemos sido llamados. Que Maria nuestra madre nos acerque a su hijo e interceda por nosotros.

David A. Pineda Escobar